Mi hijo está en la adolescencia, o lo que otros llaman adolescencia y que él tiene por edad, pero que yo no puedo identificarla.
Le quiero, no sé dónde está el límite de lo que le quiero, pero también me agota y tampoco sé dónde está el límite para él y para mi de lo que nos agotamos.
Mi historia con él es larga, y será infinita.
No recuerdo haber tenido miedo cuando me quedé embarazada, sólo sabía que yo quería hacerlo bien, y que seguro que no era difícil, con sentirse querido ya era todo.
Así es, no pensaba y hoy en día no pienso, que sea tan difícil.
Su T, su transtorno, su discapacidad, su dificultad cognitiva, su freno, su … Lo observé desde bebé al no verle imitar, al no conseguir que gateara, al no mirarme o.. simplemente fue el instinto de madre.
Durante años, desde muy pequeño, me he rodeado de profesionales que me han ensañado dónde estaba mi papel como madre y dónde estaba su papel como profesionales, he tenido muchísima suerte en comprender pronto que si seguía trabajando con él, no nos aportaría mucho a ninguno (yo no tenía ni idea, y él no me vería como su madre).
Juntos hemos hecho varios grados, master, formaciones…
Hemos pasado por profesionales buenos, muy buenos y malos, muy malos. Hemos vivido experiencias buenas, muy buenas y malas, muy malas.
Pero en resumen.
No le entiendo, nunca he entendido nada de lo que hace, nunca he identificado qué le inspira a hacer lo que hace, nunca he conseguido que me transmita lo que realmente le gusta, nunca he visto en él pasado, presente y futuro, no he conseguido entender porqué no quiere hablarme.
No le entiendo nada, pero por él, he aprendido a entender lo imposible, y he conseguido que haya chicos y chicas que le entienden, que le quieren y con los que cada día me sorprendo.
¿Cómo hemos llegado a este punto?.
Ha estado en colegios “normalizados” de inclusión, un fracaso.
Ha estado en campamentos de niños con determinadas dificultades pero muy vivos a nivel social, un fracaso.
Ha estado en centros terapéuticos con trabajo a nivel social, un fracaso.
He forzado infinitas clases para incentivar su sociabilidad, un fracaso.
Durante todos estos años, mi hijo no aparentó sufrir más allá de lloros el primer día de cole, o en cada excursión, o en cada primer día de alguna actividad en la que yo siempre me quedaba, pero no era un niño infeliz. Yo, adulta con alta capacidad de resiliencia, si hubiera pasado por TANTO TANTO TANTO RECHAZO SOCIAL de niños y adultos, seguramente habría tirado la toalla.
Este es uno de los motivos que me ha llevado siempre a seguir, a buscar, a probar juntos.
Y hoy tiene algunos amigos y se sociabiliza un poco, muy muy poco.
¿Qué ha pasado para que su discapacidad social empiece a mejorar?
Empezar en un colegio pequeño, con un círculo de niños pequeño y no tener más remedio que CONVIVIR. Ya no podían aislarle.
Con Meninos quiero que todos los que estáis en esta lucha encontréis un sitio fuera de terapias, profesionales sanitarios y centros especiales, dónde vuestros hijos se sientan que son niños, niñas, chicos, chicas, personas, que pueden sociabilizar haciendo las mismas actividades que sus compañeros de cole, que sus hermanos, sus primos…
En Meninos pueden ir a clase de pintura, de música, acompañarnos, retarnos en nuevas actividades, y formar parte de un grupo.
Lo hemos creado para Daniel y todos los Danieles.