mayo 17, 2022

De su tía y madrina

Mi sobrino es un niño diez. Es un diez porque es bueno, pero no porque sea siempre el más obediente o el que más se preocupa por todo, si no porque nunca le verás un mínimo atisbo de maldad, ni de envidia ni de avaricia hacia los demás.
Pero no todos lo saben ver porque a veces es difícil entenderle.
No le gusta que le achuchen o le atosiguen y,(como nos pasa también a muchos) no le gusta que le cambien sus rutinas. Pero hay muchas cosas que SI le gustan. A lo largo de estos años he visto su cara de felicidad tocando la guitarra, gritando los goles de su equipo favorito o simplemente leyendo un relato que le hizo gracia.
Y, si hay algo que se merece es eso…ser feliz. Eso es lo que verdaderamente todos queremos para nuestros hijos. Más allá de los logros académicos o profesionales, el verdadero reto en la crianza de un niño es ver la felicidad reflejada en su cara.

Por eso es importante no sólo buscar el mejor colegio  si no también un sitio dónde los niños puedan desarrollar sus habilidades artísticas, musicales o simplemente encuentren un entorno cercano para hacer lo que más les gusta con el apoyo de educadores que sepan dirigirles. Y, por supuesto, compartiendo con otros niños con sus mismas ganas de disfrutar desarrollando su talento.

En estos años, con gran esfuerzo por parte de sus padres para encontrar profesionales que supieran sacar lo mejor de él, he visto no sólo como ha llegado a la ESO sino también como ha conseguido montar a caballo, ha aprendido a patinar y a tocar la guitarra.
Y, para que no sea tan difícil la labor de encontrar este apoyo tan importante para su formación, es fundamental la creación de centros como Meninos que ofrezcan diversas actividades dirigidas a estimular y potenciar  habilidades tanto individuales como sociales, siempre de la mano de educadores expertos.

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